La práctica artística de Karian Amaya (Chihuahua, 1986) gira en torno a la noción del encuentro. A través de la escultura y la fotografía, la artista cuestiona los diálogos y las resistencias que se originan entre la materia, el paisaje y sus contextos sociales y territoriales. Con una profunda influencia de los movimientos del land art y post-minimalismo, su obra se enraíza en el encuentro formal y narrativo de materiales crudos, naturales e industriales.
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Paisajes Fracturados muestra una síntesis de la producción de Amaya elaborada en los últimos cuatro años. Las series de trabajo que conforman la exhibición se presentan como un conjunto de exploraciones estéticas y formales que evidencian una constante tensión entre la destrucción del paisaje natural y la construcción de elementos artísticos que evocan un capital económico, simbólico y cultural. Al mismo tiempo, la exhibición se funda como un espacio para considerar el encuentro entre la sociedad, los objetos erigidos por ésta, y la geografía de la que provienen.
El diálogo entre objeto y espacio se articula a partir de dos materiales fundamentales: el mármol y el cobre. La aproximación de la artista hacia ellos se remonta a momentos específicos en su producción: el primero -plasmado en la imagen Yacimiento de mármol- da fe de su encuentro con las canteras de la región de Ojinaga. El segundo y el más arraigado, la relación con la profesión de su padre, minero en los yacimientos de cobre de Samalayuca, Chihuahua.
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La exposición presenta tres momentos que reflejan un conjunto de encuentros entre la materia y su poesía. Una selección de piezas de las series Ruinas circulares y Lento atardecer -todas realizadas a partir del encuentro directo de la veta de mármol con la solera del cobre-se originan en múltiples referencias literarias, de las cuáles destaca el cuento homónimo de Jorge Luis Borges. En ellas, el círculo no solo se presenta como un recurso formal, constituye también la aplicación de una nueva utilidad estética a aquellos objetos otrora considerados como ruinas. Este momento se ve flanqueado por Oda al aire y Suspiro, alusiones directas a las formas escultóricas de artistas como Alberto Giacometti o Constantin Brancussi.
En un segundo momento, la serie Historias sobre la Tierra se conforma a partir de un conjunto de fotografías de fracturas geológicas y territo rios que muestran la incidencia antropocéntrica sobre el paisaje. To madas con un teléfono celular y aumentadas de tamaño, las imágenes están acompañadas por las palabras home (hogar), lands (tierra), earth (suelo), stories (historias), y nature (naturaleza), todas grabadas en placas de cobre. La serie exterioriza una red de relaciones surgidas entre la mujer y la naturaleza a partir de la paridad entre las transfor maciones que sufre un paisaje y las fracturas emocionales propias de la feminidad. Si bien existe una extensa relación entre las cualidades formales de la obra y la personalidad de la artista, es relevante afirmar su capacidad para crear un discurso contestatario que ahonda en las posibles consecuencias sociales y humanas que implica la transformación artificial del paisaje.
En un tercer y último momento, las piezas Ruptura, Sol y Puesta de Sol operan en un campo expandido donde el gesto creativo de la artista reside en la relación coreografiada de los objetos y su relación con el espacio y el espectador. La artista organiza y reconfigura los materiales casi inalterados para enfocarse en el encuentro del visitante con el arte en un acto necesario de contemplación.
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El azar, la fragmentación y la ruina son tanto el punto de partida como el retorno en el ciclo de producción de Amaya. Es por medio de éstas estrategias que propone la apertura para el diálogo a través de una mínima intervención en actos disciplinados de selección y ordenación de materiales. Este enfoque de la obra de arte como una red de rela ciones personales, formales y conceptuales transforma la experiencia artística en un acto de encuentro.